lunes, 7 de febrero de 2011


Perdona si en ocasiones me ataca la inseguridad, no sé muy bien porque a pesar de los años, a tu lado me siento como si fuera un niño pequeño que necesita afecto, atención, al final del día nadie es perfecto, eso lo sabemos bien, pero tu eres lo que más se asemeja a mi percepción sobre lo que es en realidad la perfección, no me refiero a tus ojos de miel, ni a tu piel dorada que hasta los dioses envidian, no. Tampoco me refiero a tu sonrísa creadora de magía allí dónde ilumines con tu presencia, puede que no sea tu aroma sutil que despierta mis sentidos y me hacen desear un segundo de mi eternidad contigo. Me refiero un poco a lo imperceptible, aquello que expresas cuando no dices nada, todo eso que siento cuando tus manos me rozan y tan gentilmente me prestas tu pecho para descansar, cuando sincronizo mi respirar con los latidos de tu corazón, cuando dibujas siluetas en mi espalda, marcas de amor indelebles, cuando besas mi alma con tus labios, cuando me permites cargar un poco de eso que te atormenta, ayudarte a que sea más liviano el peso de los años, porque tienes mi conciencia limpia, tu ausencia ha logrado purificar esta esencia de amor, haciendonos creer, forjar y sellar un pacto eterno, que algunos llaman amor. Perdona los disgustos, mi torpeza al expresarme que en ocasiones resulta hiriente, todo aquello que pueda crear dudas sobre esto borralo de tu mente, de tu espacio, deja solo lugar a lo que te brindo, que aunque es poco, es todo lo que soy, espero sea suficiente para llenar tus espacios por el tiempo que nos depare el universo, si es de seguir caminando lo hare a tu lado y si he de morir, sera mejor en tus brazos.